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sábado, 31 de octubre de 2015

El día de todos los santos; La tradición cristiana

La Iglesia cristiana primitiva acostumbraba a anotar a los hermanos difuntos en la díptica, formada por dos tablas plegables, con forma de libro, con los nombre de los muertos por quienes se había de orar. Así mismo y desde sus inicios, los primeros cristianos también celebraron el aniversario de la muerte los mártires que se convertián en santos del martirio. Durante las persecuciones de Diocleciano el número de mártires llego a ser tan grande que la Iglesia, sintiendo que cada mártir debería ser venerado, señalo un día en común para todos.
Según el testimonio del cronista medieval Viduquindo de Corvey, en Alemania cerca del año 980, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia.
El abad Odilo del monasterio de Cluny en el 980, añadió la celebración del 2 de noviembre como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada “Conmemoración de los Fieles Difuntos”. De allí se extendió a otras congregaciones.
En los países de tradición católica europea, se celebra el 1 de noviembre como día festivo que venera a todos los santos, que no tienen una fiesta propia en el calendario litúrgico. Sin embargo la Iglesia Ortodoxa lo hace el primer domingo después de Pentecostés.
Durante la Reforma protestante, la celebración de los Fieles Difuntos fue fusionada con la de Todos los Santos por la Iglesia Anglicana. A pesar de la influencia de Lutero, que abolió esta celebración en Sajonia y de las penas eclesiásticas luteranas, sobrevive esta celebración en la Europa protestante.

EL DIA DE MUERTOS EN LATINOAMÉRICA

La llegada de los españoles a tierras americanas, supuso que, en el siglo XVI, la celebración cristiana del día de Todos los Santos se exportara, y se mezclara con las tradiciones europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos.
Es una festividad algo diferente a la de otros países de tradición católica. Incluye un Altar de muertos que consiste en una serie de adornos florales acompañados de la comida favorita del difunto; además de fotografías y otros detalles.
En las zonas andinas de Sudamérica, especialmente en Ecuador, Perú y Bolivia, la costumbre es preparar e intercambiar entre familiares y amigos las guaguas de pan para consumir con la chicha morada que en algunas áreas rurales son también ofrendas principales en los cementerios.
Por su parte, los musulmanes no celebran particularmente un día de culto a lo difuntos. Las oraciones por ellos se hacen en los funerales. Eso sí se conmemoran los aniversarios de su muerte y se recitan versos del Corán para alcanzarle al difunto una bendición especial.
Así que esta fiesta de origen pagano de homenaje a los difuntos es celebrada en muchos lugares del mundo y data de una antigüedad inmemorial, siendo gradualmente incorporada como la fiesta de los difuntos o de Todos los Santos en el ritual cristiano, pero que también se conoce con otros nombres Día de los muertos,-2 de noviembre en México-, noche de Samhain o Halloween.
El punto de encuentro de esta celebración son los cementerios que aumentan durante estos días enormemente su afluencia. Las tumbas de nuestros antepasados son adornadas, así como los sepulcros que se decoran con flores mortecinas para honrar su memoria, al tiempo que se reza por las almas de los que ya no pertenecen al mundo de los vivos.

Texto de Ampa Galduf/Arquehistoria

La leyenda de los espíritus insatisfechos

Esta leyenda proviene de algún lugar de México, en el que se celebra con todo esplendor y entusiasmo el Día de los Muertos. Sucedió que una pareja de ancianos, cuyos hijos habían crecido y habían partido, disfrutaba en una granja de la soledad y el trabajo en el campo. Pero la mujer era devota de los cultos que incluyen la veneración de los antepasados, a los que hay que respetar especialmente durante el sagrado día en que se presentan ofrendas a los espíritus desencarnados.
El marido también lo era, pero un incidente menor fue lo que desató la tragedia.
Los espíritus venerados el Día de los Muertos, en muchas regiones de México, exigen que quienes aún habitan el plano material compartan con ellos comida y bebida. No simplemente sobras o descartes, sino las misma comida y bebida que tú consumes, debes compartirla con los espíritus: apartar una buena porción y dejarla en la mesa mientras estás comiendo.
Debe estar allí cuando te vayas a la cama, mientras duermes, hasta la mañana siguiente, cuando ya puedes disponer de ella. Cuando decimos disponer no nos referimos a que la consumas, ya que estaba destinada a los espíritus, sino que la tires, la entierres o la arrojes al cesto, pero de ningún modo debes darle uso, ya que se supone que los espíritus se ofenderán si utilizas la comida que les está reservada. Por supuesto, no debes esperar que los espíritus coman verdaderamente de la comida, ya que la forma espiritual no necesita alimento físico. Se trata de una ancestral demostración de respeto que tiene lugar en innumerables culturas. Pues bien, al parecer, el esposo de esta pareja no respetaba esa tradición.
Este buen señor poseía un marrano, y por alguna razón se había encariñado con él. Por años su mujer le rogaba que lo matase para poder cocinarlo y comerlo, y compartirlo con los espíritus por el Día de los Muertos, pero el hombre se negaba y en su lugar comían alimentos de calidad más pobre y en pocas cantidades.
Los espíritus estaban claramente insatisfechos: la granja sufría sequías, los productos no se vendían bien, los animales enfermaban, excepto el marrano, que era cuidado por el hombre día y noche. 
Una vez más, la pareja se preparó para celebrar el Día de los Muertos, y la mujer pidió a su esposo que sacrificara al marrano, y una vez más el hombre se negó. Nada hubiera cambiado, de no ser por la llegada de una trágica noticia: uno de los hijos del matrimonio había sufrido un grave accidente. Desesperado, el hombre comprendió el enfado de los espíritus y corrió a sacrificar al marrano para aplacarlos. 
Tomó su hacha y se dispuso a matarlo, pero al acercarse corriendo resbaló y al caer el filo del hacha le partió el pecho. Momentos después, llegaba un mensaje del Distrito Federal diciendo que todo había sido un error, que el accidentado no era el hijo de la pareja. La mujer comprendió que todo había sido obra de la ira de los espíritus insatisfechos. 
El año siguiente, durante la celebración del Día de los Muertos, la familia reunida compartió con ellos la carne del marrano.

El niño del cementerio.

Guanajuato
Este es un mito que deambula por las calles y callejones más oscuros de esta enigmática ciudad. La historia tiene sede en unos de los panteones más emblemáticos y conocidos, en donde se dice, sepultaron a un niño, el cual murió en un trágico accidente de carretera y cuya alma todavía no descansa, ya que muchos testigos aseguran que han visto el fantasma de este pequeño niño saliendo de su tumba para recorrer los alrededores del cementerio y pasada la media noche, el fantasma desaparece entre las lápidas.



Un día como cualquier otro, una familia salio en su automóvil para dirigirse a otra ciudad, ya que un familiar no se encontraba bien de salud. En el coche iban los papás y su hijo. Todo se desenvolvía sin percances, una mañana soleada con gratos paisajes y densos bosques que se veían con toda plenitud a la orilla de la carretera.
En una gran curva, el coche derrapo en el asfalto y sin tener la posibilidad de maniobrar se estrello contra una señal de tránsito y después contra un enorme roble, el cual provoco que se partiera a la mitad quedando sin vida los cuerpos de los 3 acompañantes. Este trágico suceso tuvo un desenlace fatal, sin que nadie haya descubierto el gran enigma del ¿Por qué?.
Sepultaron a la familia, padres e hijo en diferentes cementerios, ya que no había espacio suficiente ni terrenos libres para más personas. En un de los lugares enterraron a los papás y lastimosamente en otro, al pequeño niño. Sin embargo, poco tiempo después el velador del cementerio en donde yacía el cuerpo del niño presencio un momento paranormal, de su tumba salio el fantasma de ese ser y comenzo a recorrer los alrededores de las tumbas.
Después de eso, no se supo más del velador, al parecer el niño se lo llevo consigo a su tumba. Algunos personas que viven alrededor del panteón afirman que el fantasma del niño sale en la noche a buscar a sus papás para reunirse con ellos y descansar en paz, pero lamentablemente no los encuentra y pasada la media noche desaparece.